Alicia González
Los giros históricos que moldean nuestro mundo: desde Trece Días a Good Bye, Lenin!
La humanidad ha vivido cada generación acechada por las tensiones geopolíticas que acabaron determinando el curso de la historia. La crisis de los misiles en Cuba, en 1962, y la caída del Muro de Berlín, en 1989, marcaron fines de una era, pero también asentaron las bases de un nuevo orden internacional.

No es una novedad que las obras audiovisuales relaten las crueldades y hechos que nos moldean como sociedad. Estos dos eventos emblemáticos, precisamente, son transformaciones que no han sido olvidadas por la industria cinematográfica. Las vivencias son magistralmente retratadas a través de la película Trece días de Roger Donaldson y Good Bye, Lenin! de Wolfgang Becker al invitar a la reflexión como forma de comprender el por qué sobre nosotros como sociedad.
La Guerra Fría y el miedo al apocalipsis nuclear
En octubre de 1962, el mundo se enfrenta a la posibilidad cada vez más real de una guerra nuclear fruto de la crisis de los misiles en Cuba. Tras el descubrimiento de misiles soviéticos instalados en territorio cubano, capaces de alcanzar ciudades estadounidenses en cuestión de minutos, la tensión escaló durante 13 días en los que el mundo contuvo el aliento. La película Trece días, dirigida por Roger Donaldson y estrenada en el año 2000, revive la tensión histórica a través de la perspectiva de la administración Kennedy. Protagonizada por Kevin Costner, el filme pone el foco en las negociaciones diplomáticas y la gestión de crisis liderada por el presidente John F. Kennedy y su hermano Robert.
Con un enfoque centrado en las decisiones políticas y diplomáticas, el ojo del espectador entiende el papel clave de la negociación en la resolución del conflicto. Las comunicaciones secretas entre Washington y Moscú, junto con la decisión de desmantelar misiles estadounidenses en Turquía a cambio de la retirada soviética de Cuba, sellaron un acuerdo que evitó la catástrofe nuclear. La crisis de los misiles en Cuba puso en evidencia la fragilidad del equilibrio de poder que existía entre Estados Unidos y la Unión Soviética. El dramatismo cinematográfico refleja que la diplomacia y el talento político son fundamentales a la hora de contener la escalada militar y poder preservar la paz mundial, de la misma forma que subraya Fleites Marcos. Hay entonces una lección clara y, desgraciadamente, cada vez más vigente: la necesidad de canales diplomáticos eficaces para evitar catástrofes globales.
El académico Castro Sánchez señala que “los tratados de desarme y la cooperación internacional fueron las respuestas clave para evitar futuros enfrentamientos nucleares”. No en vano, el Tratado de Prohibición Parcial de Ensayos Nucleares de 1963 y el Tratado de No Proliferación Nuclear de 1968, surgieron como consecuencia directa de aquella crisis. Aun así, la escalada de tensiones nucleares en regiones como Corea del Norte y la invasión rusa en Ucrania hacen eco de estos desafíos. La historia siempre puede repetirse si las potencias no actúan con prudencia.
La caída del Muro de Berlín y la llegada de un renacer
Somos testigos de que el colapso del bloque socialista en el año 1989 no fue solo el fin de la Guerra Fría, sino que fue un momento de transición también para Alemania. La caída del Muro de Berlín, que separaba físicamente el este comunista del oeste capitalista desde 1961, simbolizó la reunificación de un país dividido durante casi tres décadas.
Lejos de ser complejo, Wolfgang Becker plasma esto en la obra audiovisual Good Bye, Lenin!. Estrenada en 2003, la película sigue la historia de Alex, un joven de Berlín Este que debe proteger a su madre enferma—una ferviente socialista—de la realidad de que el régimen comunista ha colapsado. Sobre un lienzo íntimo y emocional, el director abre espectros de optimismo hacia el futuro, pero también de nostalgia por un pasado idealizado, casi utópico. Mientras la caída del muro fue el espejo de la libertad, dejó cicatrices sociales muy profundas que nunca llegaron a sanar. A través de una familia alemana, se le enseña al espectador cómo fue un desafío adaptarse a un nuevo sistema político. Un sistema que “reveló dificultades de integración y adaptación”, según Ross y Osvaldo.
El filme retrata con sensibilidad la sensación de desarraigo y desconcierto que se apoderó de muchos ciudadanos del este, quienes se enfrentaron a la pérdida de identidad y a la necesidad de adaptarse al capitalismo. Además, este profundo impacto cultural y económico en sociedades postcomunistas combatió contra el capitalismo, que sí pudo traer oportunidades, pero también trajo desigualdades y desarraigos que persisten en Alemania del Este.
Cambio y persistencia
Dos historias, dos películas y dos dilemas universales. Dilemas sobre la transformación social y política cuyo fruto ha sido la sociedad internacional con la que convivimos día tras día. Trece días nos muestra que el equilibrio del poder evita el desastre y Good Bye, Lenin! nos recuerda que el cambio no es un sinónimo de progreso inmediato, dos lecciones que tienen que ser aplicables a la sociedad en su totalidad.
El autor analiza Castro Sánchez que el papel de la diplomacia internacional en situaciones de crisis, sigue siendo esencial en un mundo polarizado como el actual: la diplomacia evitó la guerra en 1962 y permitió la reunificación pacífica de Alemania en 1989. Sin embargo, las tensiones actuales nos obligan a cuestionar si hemos aprendido realmente de estos episodios históricos. El auge de los fascismos y nacionalismos, las disputas territoriales y las amenazas nucleares subrayan la necesidad de sistemas internacionales sólidos capaces de gestionar conflictos siempre que se basen en el pacifismo.
¿Lecciones del pasado para un futuro incierto?
La transformación de la sociedad internacional ha sido un proceso turbulento y escabroso, marcado por amenazas y promesas de libertad. Mientras Trece días ilustra el poder de la diplomacia para evitar el colapso, Good Bye, Lenin! expone las dificultades de adaptarse a un cambio rígido.
La reflexión sobre la fragilidad, e incluso existencia, de la paz es algo obvio sumado a la complejidad que esto supone para la integración de las sociedades. Más allá de las respuestas históricas, nuestro transcurso nos demuestra que la memoria, la diplomacia y la cooperación son los pilares vitales y fundamentales para cualquier desafío del siglo XXI.
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Alicia González Y Gómez | Doble Grado en Periodismo y Comunicación Audiovisual | Universidad Carlos III de Madrid