Alicia González

La sociedad internacional ante el espejo: poder, posverdad y el desafío de la percepción

Nuestra sociedad internacional está marcada por desigualdades, tensiones políticas y desafíos tecnológicos. El poder es efímero y ya no basta con dominar ejércitos o controlar territorios. Vivimos en un mundo donde la información puede pesar más que un tanque y donde la percepción e interpretación, a menudo, supera y obnubila la realidad. El concepto de poder se ha fragmentado, diversificado y se ha disfrazado.

El politólogo Joseph Nye, reconocido por su teoría del “poder blando” (soft power), afirma que el poder ya no se reduce a la mera capacidad de imponer, sino también a la de seducir, a la de influir. En sus palabras, “el poder es la capacidad de afectar a otros para obtener los resultados que uno quiere”. Y esta capacidad, precisamente en la actualidad, se ha transformado en una herramienta híbrida: de fuerza y persuasión.

Los múltiples rostros del poder

Coexisten tres formas de poder en la sociedad internacional. El poder duro se basa en la coerción militar y económica. El ejemplo más cercano y reciente incluye la invasión de Rusia a Ucrania o las sanciones económicas impuestas por Occidente. Estas estrategias evidencian cómo las naciones aún recurren a la fuerza y a la presión económica para modificar el comportamiento de otros Estados. Aún así, existe también el poder blando. en este cuadro, entra en juego la capacidad de persuasión a través de la cultura, los valores y las instituciones. El fenómeno directo de esto es el de la influencia cultural estadounidense mediante plataformas como Netflix y redes sociales como TikTok no es casualidad. Y es que esto es “la capacidad de conseguir lo que quieres mediante la atracción y no la coerción”, tal y como asegura Nye.

Existe una tercera pata, que es la del poder inteligente. Este smart power es la combinación estratégica del poder duro y blando. Este enfatiza la importancia de usar ambos enfoques de forma coordinada. Un ejemplo es la política exterior de China, que mezcla préstamos económicos en África con programas culturales como los Institutos Confucio para expandir su influencia.

Medios y posverdad: el nuevo campo de batalla

Sin embargo, el poder ya no depende solo de las instituciones tradicionales. En 2016, el diccionario de Oxford eligió la palabra “posverdad” (post-truth) como la palabra del año. Esto es lo que refleja realmente cómo las emociones y las creencias personales influyen más en la opinión pública que los hechos verificables.

El Brexit y la elección de Donald Trump fueron dos acontecimientos que demostraron el impacto de la posverdad. En ambos casos, las campañas políticas apelaron a las emociones, reforzando temores e identidades, mientras dejaban de lado los datos objetivos. Steve Bannon, estratega de Trump, resumió esta estrategia al afirmar: “Inundemos la zona de mierda”. Y funcionó.

Globalización e información: un arma de doble filo

Vivimos en la era de la globalización informativa, donde el acceso a datos es ilimitado. Pero, paradójicamente, esta sobreabundancia ha generado confusión en lugar de claridad. Según un informe del Instituto Reuters, el 53% de los encuestados en 2023 expresó desconfianza hacia los mediostradicionales, mientras que las redes sociales se consolidaron como la fuente primaria de información para las generaciones más jóvenes.

No obstante, las redes sociales no actúan como simples transmisoras de información, sino como cámaras de eco que refuerzan opiniones preexistentes. A su vez, estudios del MIT revelan que las noticias falsas tienen un 70% más de probabilidades de ser compartidas en Twitter que las verdaderas. La sociedad no está más informada, se encuentra sobre informada y cada vez más manipulada. Hoy en día importa quién tiene el poder, pero también quién controla las narrativas y los relatos. Empresas como Cambridge Analytica, por ejemplo, utilizaron datos personales para influir en elecciones. Este fenómeno ha dado paso a un nuevo tipo de poder: el poder algorítmico. Plataformas como Facebook y Google no solo recopilan información, sino que moldean comportamientos.

En palabras de la autora Shoshana Zuboff, “quien controla los datos, controla el futuro”. Es inevitable preguntarnos si es posible todavía revertir la influencia de la posverdad. Algunos expertos sugieren volver a los fundamentos del ejercicio periodístico heredado de verificar, contrastar y contextualizar. Sin embargo, esto parece insuficiente cuando el propio diseño de las redes sociales premia la inmediatez y no la precisión. Según datos de la UNESCO, solo el 20% de los estudiantes en el mundo recibe formación sobre pensamiento crítico y evaluación de fuentes. Es por esto por lo que el futuro es la educación digital balanceada para fortalecer la democracia y la alfabetización mediática. La heterogeneidad del poder es el rasgo más definitorio de la sociedad internacional actual. Desde las maniobras militares y económicas hasta la influencia cultural y tecnológica, el poder se ha diversificado, pero acompañado de una crisis de la verdad. La historia nos enseña que el poder no es solo tener, sino hacer creer.

El precio de informar y la guerra contra la verdad: Jose Couso

El nombre de Couso es más que un caso judicial, es un símbolo de la lucha por la libertad de información en un mundo donde las guerras no solo se libran con armas, sino también con narrativas.

El pacto pendiente con la Tierra

No se trata de cambiar al clima, sino al sistema que lo moldea, porque sí hay soluciones: energías renovables, economía circular y acuerdos globales más vinculantes. El desafío es político, pero también moral y el tiempo para actuar será siempre el hoy.

Una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra

En palabras de Noam Chomsky: “La libertad de prensa es significativa solo cuando quienes la ejercen están dispuestos a desafiar el poder”. Pero, el periodismo debería ser ese cuarto poder de gobierno, pero hoy en día, los periodistas se ven atrapados en que cuanto más necesaria es su labor, más peligrosa se vuelve.

 

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Alicia González Y Gómez | Doble Grado en Periodismo y Comunicación Audiovisual | Universidad Carlos III de Madrid