Alicia González
El pacto pendiente con la Tierra
Las palabras se diluyen fácilmente en el aire contaminado y los compromisos internacionales se convierten en ecos múltiples mientras surge una pregunta: ¿es la crisis climática un fracaso de la humanidad o un síntoma de nuestro sistema político?

La sociedad internacional ha construido un vasto bagaje de declaraciones, tratados y conferencias dedicados al medio ambiente. Sin embargo, mientras los acuerdos crecen en número, también crecen las emisiones de carbono, los incendios forestales, el deshielo polar y la extinción de especias. La paradoja es evidente, porque nunca hemos hablado tanto del medio ambiente, y nunca hemos hecho tan poco.
La historia incumplida de los compromisos verdes
La Conferencia de Estocolmo en 1972 fue la primera vez que el medio ambiente se colocó en la agenda internacional. Hasta la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, los gobiernos han firmado pactos que buscan frenar el deterioro ecológico, pero fue el Informe Brundtland (1987) el que acuñó el término “desarrollo sostenible”. Esto propone un equilibrio entre crecimiento económico y conservación ambiental. Aún así, existe el dilema sobre cómo medir ese equilibrio cuando los océanos siguen siendo vertederos de plástico y la deforestación avanza a pasos agigantados.
La Conferencia de Río de Janeiro en 1992 fue otro hito. Ahí nació la Convención Marco sobre el Cambio Climático, el germen de los protocolos ambientales. Sin embargo, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), las emisiones globales han aumentado un 60% desde entonces. Greta Thunberg en 2019 fue el claro reflejo de la emergencia climática. Durante la Cumbre Climática de la ONU aseguró que nos están fallando, pero que “los jóvenes están empezando a entender su traición”. Estas declaraciones son un grito que refleja la totalidad del descontento de generaciones que ven cómo las promesas no se traducen en acciones.
El cambio climático, la gran injusticia social

El cambio climático no solo es un problema ambiental, sino que es también un desafío para los derechos humanos. Según datos de Amnistía Internacional, los desastres relacionados con el clima desplazan a más de 20 millones de personas cada año. Desde comunidades enteras, especialmente en el sur global, que pierden acceso a agua potable, hasta la seguridad alimentaria y hogares. Según la académica Rosa Martínez, “el derecho a un medio ambiente sano debería ser inalienable”, pero el problema surge cuando las políticas ambientales actuales lo tratan como “un privilegio, no como un derecho básico”.
Surgen más paradojas, pero en este caso, las naciones más ricas, responsables del 80% de las emisiones históricas, son las menos afectadas, mientras que los países en desarrollo sufren las consecuencias más devastadoras.
El papel de los Estados
La Carta de San Francisco (1945) estableció las bases para la cooperación internacional, pero el medio ambiente fue relegado a un segundo plano hasta finales del siglo XX. Hoy, los Estados tienen el poder de regular industrias contaminantes, promover energías limpias y aplicar sanciones. No obstante, persiste un dilema frustrante, que es el de cómo se mantiene un sistema económico basado en el crecimiento infinito que no es compatible con un planeta de recursos finitos.
En la Cumbre de Johannesburgo (2002), por ejemplo, se debatió cómo integrar la sostenibilidad en las políticas económicas. Sin embargo, dos décadas después, el Fondo Monetario Internacional (FMI) advierte que el financiamiento climático sigue siendo insuficiente: apenas representa el 1,5% del PIB mundial. Esto se apoya a su vez sobre lo establecido por Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, que expresa que “el mercado por sí solo no salvará al planeta”, sino que “la acción gubernamental es indispensable”.
El laberinto global de la sostenibilidad
La Agenda 2030 de las Naciones Unidas es probablemente el intento más ambicioso para abordar la crisis ecológica. Sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) plantean metas claras, desde la energía asequible y no contaminante, hasta la acción por el clima. Pero en un mundo donde el 1% más rico posee más del 50% de la riqueza global, según Oxfam, no es realista esperar cambios estructurales.
Resuenan entonces las palabras del exsecretario general de la ONU, Ban Ki-moon, cada vez más porque “no tenemos un Plan B, al no haber un Planeta B”. La burocracia avanza lentamente, pero la naturaleza no espera. El medio ambiente no es solo un tema de políticas internacionales, sino que es el espejo de nuestras prioridades como especie, sobre todo de las generaciones más jóvenes. Hemos llegado a un punto donde ignorar las señales ya no es opción, porque las cifras están ahí: según el IPCC, si las temperaturas globales aumentan más de 1,5 °C, los daños serán irreversibles.
No se trata de cambiar al clima, sino al sistema que lo moldea, porque sí hay soluciones: energías renovables, economía circular y acuerdos globales más vinculantes. El desafío es político, pero también moral y el tiempo para actuar será siempre el hoy.
La sociedad internacional ante el espejo: poder, posverdad y el desafío de la percepción
El Brexit y la elección de Donald Trump fueron dos acontecimientos que demostraron el impacto de la posverdad. En ambos casos, las campañas políticas apelaron a las emociones, reforzando temores e identidades.
La seguridad colectiva y los pactos de protección
La guerra de Siria mostró cómo la intervención humanitaria puede ser vista como justicia o imperialismo, según quién la ejecute. Ucrania ha expuesto que las reglas internacionales pueden ser ignoradas sin consecuencias tangibles para los agresores más poderosos.
Una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra
En palabras de Noam Chomsky: “La libertad de prensa es significativa solo cuando quienes la ejercen están dispuestos a desafiar el poder”. Pero, el periodismo debería ser ese cuarto poder de gobierno, pero hoy en día, los periodistas se ven atrapados en que cuanto más necesaria es su labor, más peligrosa se vuelve.
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Alicia González Y Gómez | Doble Grado en Periodismo y Comunicación Audiovisual | Universidad Carlos III de Madrid